AVANZADO - 4

 

        ¡CLONC! ¡SCRASH! LLEGAN LOS MARCIANOS 

    Una buena mañana llegan los marcianos. Primero vuelan sobre Roma con  sus platillos de plata y aterrizan en  el  Circo  Máximo,  donde  acude  enseguida el subjefe de policía  Fiorillo  al  mando  de  siete  mil camionetas. 

    Los platillos son tres. Y tres marcianos sacan  la  cabeza  por  las  cupulitas. Son de un precioso verde primavera y tienen  antenas  en  la  frente, exactamente igual que la gente se los imagina. Al salir, uno de  los marcianos se golpea la cabeza con la tapa de la cúpula. De inmediato sale de su cabeza una nubecilla con una inscripción que dice así: 

    ¡CLONC! 

    -Esa debe ser su bandera -comenta el sargento Mentillo. 

    -¿Y eso otro, qué es? -pregunta  bajo  sus  bigotes  el  comisario Fiorillo.

    En efecto, de la cabeza del marciano ha salido otra nubecita, en la que está escrito:

    ¡AAG!  

    -Ah, claro -comenta un chaval que se ha colado entre las siete  mil   camionetas. 

    -Claro, ¿en qué sentido? -se escama Mentillo.

    -También el Pato Donald, cuando el tío Gilito le sacude un papirotazo en la chola dice ¡Aag! -explica el niño.  

    De la cabeza de uno de los marcianos sale una nubecita en la que los  presentes leen: ¡SALUD! SOMOS MARCIANOS Y HEMOS VENIDO CON INTENCIONES AMISTOSAS. YO     SOY EL COMANDANTE AB 17. 

    Cuando todos han acabado de leer, la nubecilla desaparece. La voz del marciano todavía no se ha dejado oír.

    El comisario Fiorillo da un paso al frente. 

    -Buenos días -dice-. Yo soy el señor Fiorillo.

    Tres nubecitas aparecen sobre las tres cabezas marcianas: 

    ?????????     ?????????     ?????????   

    -Digo que soy el señor Fiorillo -insiste el comisario-, y estoy aquí  en representación del señor jefe de Policía.

    Los marcianos se consultan rápidamente mientras  sobre  ellos  salen  unas nubecitas en las que se lee:  

    HUMMM...      HUMMM...   

    -¿Qué hacen? -pregunta el sargento Mentillo.

    -¿Es que no lo ve? -replica el chaval-. Están reflexionando. También  lo hace el Pato Donald.

    Una nueva nubecita sale de la cabeza de los marcianos:

    ¿PORQUÉ NO CONTESTÁIS? ¡GLUB!

    -¡Maldita sea! -exclama el señor Fiorillo en representación del jefe  de la Policía.

    Los marcianos insisten: 

    NO VEMOS VUESTRAS NUBECITAS... ¡BLEP!

    -Están un poco deprimidos -observa el chaval-, porque  si no  habrían    dicho "Brrr" o "¡Augh!" 

    El señor Fiorillo reflexiona sobre la extraña situación. De repente,  su brillante inteligencia, ejercitada en años de investigaciones sobre   toda clase de delitos, le hace vislumbrar la verdad: los  marcianos   hablan en tebeo y entienden sólo los tebeos...

    El comisario pide un  trozo de papel, recorta una nubecita en la que  escribe "Esperad un momento" y se la acerca a la boca. De las astronaves le responde un festivo brotar de nubecitas: 

    ¡POR FIN! OS HABÉIS DECIDIDO A HABLAR.  ¡PULP!  ¡CLINC!   ¡YUPIII!        Mientras tanto han llegado los expertos de la policía científica, los ministros de Comunicaciones  y  de  Transportes,  algunos  profesores    universitarios, una docena de monseñores, ciento veintiocho periodistas, un alcalde y un señor que no es nada, pero consigue colocarse entre las  autoridades porque tiene una perilla  muy  autorizada.  Todos  buscan    desesperadamente a alguien que sepa hablar  en  tebeo,  pero  no  lo     encuentran. 

    -Lástima -dice el profesor De Mauris, catedrático de lingüística-.    La lengua de los tebeos yo la leo y la escribo, pero no la hablo. Qué quieren ustedes; en nuestras escuelas,  en  la  hora  de  lenguas extranjeras, se hacen muchos ejercicios de gramática pero casi nunca conversación.  

    -Es cierto, es cierto -aprueban los presentes-.  También  yo  leo inglés, pero no lo hablo... 

    No hay otra solución que comunicarse  por  medio  de carteles.  Es    preciso comprar cincuenta kilos de cartulina blanca y diez  pares  de tijeras. Todos trabajan recortando nubecillas, y un guionista de cine, especialmente bueno en los diálogos, está preparado con el pincel. Así,  de golpe y porrazo, acaban enterándose de que se trata de un deplorable  equívoco espacial. Los marcianos habían recibido de un agente  secreto   algunos tebeos y pensaron que los terrestres hablaban con nubecitas...

    La gente aprende sin el menor esfuerzo a producir formaciones nubosas ilustradas con letras del alfabeto. Y poco  a  poco  todos  empiezan  a  hablar en tebeo y un gran silencio cae sobre el Circo Máximo.

    Nube tras nube, llega el momento  de  las  negociaciones  pacíficas.  Marcianos y autoridades se trasladan a la Real Academia. La muchedumbre  se dispersa tebeando y llevando el contagio de casa en casa. Los timbres aprenden rápidamente a hacer "¡Ring!"; las locomotoras  a  toda  marcha  arrastran un nubarrón que dice "¡Fiuuuuuu!"; y los chavales  que  ven    ante sus narices la consabida sopa emiten, en señal  de  disgusto,  un   elocuente "¡Puaff!" sin olvidar los signos de exclamación.

    Por supuesto, el gobierno aprovecha inmediatamente para declarar  el  tebeano "lengua del Estado" y abolir la libertad de palabra. Los pocos   que quieren  seguir hablando con palabras, en vez de con letreros, deben reunirse por la noche en los sótanos y hablar en voz baja, pues  de  lo  contrario los detienen por "escándalo nocturno". 

    ¿Cuántos son los que insisten en querer hablar haciendo ruido, en vez de humo? No se sabe. Pero esperemos que muchos.

        Gianni Rodari  

        Cuentos escritos a máquina. (Adaptación)

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