¡CLONC! ¡SCRASH! LLEGAN LOS MARCIANOS
Una buena mañana llegan los marcianos. Primero vuelan sobre Roma con sus platillos de plata y aterrizan en el Circo Máximo, donde acude enseguida el subjefe de policía Fiorillo al mando de siete mil camionetas.
Los platillos son tres. Y tres marcianos sacan la cabeza por las cupulitas. Son de un precioso verde primavera y tienen antenas en la frente, exactamente igual que la gente se los imagina. Al salir, uno de los marcianos se golpea la cabeza con la tapa de la cúpula. De inmediato sale de su cabeza una nubecilla con una inscripción que dice así:
¡CLONC!
-Esa debe ser su bandera -comenta el sargento Mentillo.
-¿Y eso otro, qué es? -pregunta bajo sus bigotes el comisario Fiorillo.
En efecto, de la cabeza del marciano ha salido otra nubecita, en la que está escrito:
¡AAG!
-Ah, claro -comenta un chaval que se ha colado entre las siete mil camionetas.
-Claro, ¿en qué sentido? -se escama Mentillo.
-También el Pato Donald, cuando el tío Gilito le sacude un papirotazo en la chola dice ¡Aag! -explica el niño.
De la cabeza de uno de los marcianos sale una nubecita en la que los presentes leen: ¡SALUD! SOMOS MARCIANOS Y HEMOS VENIDO CON INTENCIONES AMISTOSAS. YO SOY EL COMANDANTE AB 17.
Cuando todos han acabado de leer, la nubecilla desaparece. La voz del marciano todavía no se ha dejado oír.
El comisario Fiorillo da un paso al frente.
-Buenos días -dice-. Yo soy el señor Fiorillo.
Tres nubecitas aparecen sobre las tres cabezas marcianas:
????????? ????????? ?????????
-Digo que soy el señor Fiorillo -insiste el comisario-, y estoy aquí en representación del señor jefe de Policía.
Los marcianos se consultan rápidamente mientras sobre ellos salen unas nubecitas en las que se lee:
HUMMM... HUMMM...
-¿Qué hacen? -pregunta el sargento Mentillo.
-¿Es que no lo ve? -replica el chaval-. Están reflexionando. También lo hace el Pato Donald.
Una nueva nubecita sale de la cabeza de los marcianos:
¿PORQUÉ NO CONTESTÁIS? ¡GLUB!
-¡Maldita sea! -exclama el señor Fiorillo en representación del jefe de la Policía.
Los marcianos insisten:
NO VEMOS VUESTRAS NUBECITAS... ¡BLEP!
-Están un poco deprimidos -observa el chaval-, porque si no habrían dicho "Brrr" o "¡Augh!"
El señor Fiorillo reflexiona sobre la extraña situación. De repente, su brillante inteligencia, ejercitada en años de investigaciones sobre toda clase de delitos, le hace vislumbrar la verdad: los marcianos hablan en tebeo y entienden sólo los tebeos...
El comisario pide un trozo de papel, recorta una nubecita en la que escribe "Esperad un momento" y se la acerca a la boca. De las astronaves le responde un festivo brotar de nubecitas:
¡POR FIN! OS HABÉIS DECIDIDO A HABLAR. ¡PULP! ¡CLINC! ¡YUPIII! Mientras tanto han llegado los expertos de la policía científica, los ministros de Comunicaciones y de Transportes, algunos profesores universitarios, una docena de monseñores, ciento veintiocho periodistas, un alcalde y un señor que no es nada, pero consigue colocarse entre las autoridades porque tiene una perilla muy autorizada. Todos buscan desesperadamente a alguien que sepa hablar en tebeo, pero no lo encuentran.
-Lástima -dice el profesor De Mauris, catedrático de lingüística-. La lengua de los tebeos yo la leo y la escribo, pero no la hablo. Qué quieren ustedes; en nuestras escuelas, en la hora de lenguas extranjeras, se hacen muchos ejercicios de gramática pero casi nunca conversación.
-Es cierto, es cierto -aprueban los presentes-. También yo leo inglés, pero no lo hablo...
No hay otra solución que comunicarse por medio de carteles. Es preciso comprar cincuenta kilos de cartulina blanca y diez pares de tijeras. Todos trabajan recortando nubecillas, y un guionista de cine, especialmente bueno en los diálogos, está preparado con el pincel. Así, de golpe y porrazo, acaban enterándose de que se trata de un deplorable equívoco espacial. Los marcianos habían recibido de un agente secreto algunos tebeos y pensaron que los terrestres hablaban con nubecitas...
La gente aprende sin el menor esfuerzo a producir formaciones nubosas ilustradas con letras del alfabeto. Y poco a poco todos empiezan a hablar en tebeo y un gran silencio cae sobre el Circo Máximo.
Nube tras nube, llega el momento de las negociaciones pacíficas. Marcianos y autoridades se trasladan a la Real Academia. La muchedumbre se dispersa tebeando y llevando el contagio de casa en casa. Los timbres aprenden rápidamente a hacer "¡Ring!"; las locomotoras a toda marcha arrastran un nubarrón que dice "¡Fiuuuuuu!"; y los chavales que ven ante sus narices la consabida sopa emiten, en señal de disgusto, un elocuente "¡Puaff!" sin olvidar los signos de exclamación.
Por supuesto, el gobierno aprovecha inmediatamente para declarar el tebeano "lengua del Estado" y abolir la libertad de palabra. Los pocos que quieren seguir hablando con palabras, en vez de con letreros, deben reunirse por la noche en los sótanos y hablar en voz baja, pues de lo contrario los detienen por "escándalo nocturno".
¿Cuántos son los que insisten en querer hablar haciendo ruido, en vez de humo? No se sabe. Pero esperemos que muchos.
Gianni Rodari
Cuentos escritos a máquina. (Adaptación)
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